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Inmunidad de grupo definición y otras consideraciones

La inmunidad de grupo, también conocida como inmunidad colectiva o inmunidad de rebaño, se presenta como uno de los objetivos a conseguir para frenar el avance y la transmisión de la COVID-19.

De hecho, dada la magnitud que ha tomado esta crisis sanitaria, la cooperación mundial ha pasado hace tiempo de ser una opción para convertirse en una obligación con varios fines comunes: reducir el número de fallecidos, frenar la transmisión de la enfermedad, recuperar la muy maltrecha economía de algunos países y salvaguardar los medios de vida de millones de personas en todo el mundo. 

En una pandemia global, como la causada por la COVID-19 y el coronavirus, en la cual no todo el mundo tiene el mismo acceso a vacunas, pruebas y tratamientos sanitarios, cobra fuerza la idea de la inmunidad colectiva

¿Qué es la inmunidad de grupo?

La inmunidad de grupo es la protección conseguida cuando la mayor parte de una población está inmunizada frente a una enfermedad infecciosa y, de esta forma, indirectamente comparte un menor riesgo de contagio con el resto de la población no inmune a la enfermedad. 

Del propio concepto se deduce la idoneidad de los nombres utilizados para definirla: inmunidad de grupo, inmunidad de rebaño, protección de manada e incluso inmunidad colectiva. 

Lo importante de la inmunidad de rebaño no solo reside en que un número concreto de personas sean inmunes, sino también en que no van a ser transmisores de la enfermedad, lo que sin duda ayudará a mantenerla bajo control. 

A pesar de que depende de lo contagiosa que sea la enfermedad, se estima por lo general que entre el 50% y el 90% de la población ha de ser inmune para que las tasas de infección empiecen a disminuir y la eficacia de la práctica de protección de manada sea relevante.  

Consideraciones clave en la inmunidad de grupo

Además de las cifras consideradas dentro del umbral aproximado que ya hemos comentado, existen otras consideraciones que hay que tener en cuenta debido a su importancia y a la influencia que tienen en los resultados finales.

Por ejemplo, la propia evolución del virus determina que las medidas tomadas para erradicarlo puedan seguir siendo válidas o que queden sin efectos ante la aparición de nuevas variantes de la enfermedad que presenten mayor resistencia. 

A veces, las mutaciones de los virus causan que los anticuerpos generados en una infección anterior solo actúan como escudo protector durante un tiempo. El caso más evidente es el virus de la gripe, donde cada menos de un año nos vemos expuesto a una nueva mutación incluso independientemente de habernos vacunado. 

En el caso del nuevo coronavirus, todavía están investigando para ver cuánto dura la inmunidad (por vacuna o infección). Por lo que se sabe hasta la fecha sobre los otros coronavirus y la investigación preliminar sobre SARS-COV-2, esta inmunidad tiende a disminuir con el tiempo (meses a años).

Asimismo, la forma de interactuar entre sí de las personas puede hacer que la cifra de éxito de la inmunidad de rebaño sea mayor o menor. 

Lo que sí está demostrado es que cuanto mayor sea el porcentaje de población inmunizada, mayores serán los logros conseguidos. De aquí, la importancia que se da a la vacunación del mayor número de personas posible en el caso concreto de la pandemia por SARS-CoV-2. 

La “técnica” de buscar la inmunidad de grupo se ha aplicado anteriormente para atajar muchas otras enfermedades infecciosas como el sarampión, las paperas, la poliomelitis o la varicela, entre otras.

¿Cómo se logra la inmunidad colectiva?

La inmunidad de rebaño se consigue de dos formas: 

  1. Mediante vacunación.
  2. Por contagio natural: pasando la infección y generando anticuerpos propios. 

En el caso de la inmunidad por infección natural, las personas se ven afectadas por la enfermedad y sus síntomas, que pueden incluso provocar algunas muertes. Sin embargo, con la inmunidad obtenida mediante la vacunación, estas consecuencias pueden evitarse. Esta es una de las razones por las que la OMS recomienda que la inmunidad se consiga únicamente mediante la vacunación.

Algunos estudios hablan de que en el caso de la COVID-19, la inmunidad de rebaño se alcanzaría con un 70% de población inmune, de forma que la tasa de contagio se garantizase en un nivel bajo y partiendo de que no hubieran restricciones en las actividades. 

Con todo y con esto, insistimos en que esta tasa de inmunidad del grupo también depende de otros factores clave como el grado de infección del virus o la forma de interactuar de las personas.  

Si nos enfocamos en el modo de interacción, se ha demostrado que cuando hay menor contacto social; bien sea por medidas de distanciamiento, uso de mascarillas, autoconfinamientos, etcétera; las tasas de contagio se muestran a la baja.

Por el contrario, cuando la población se relaja y se presta a un mayor número de actividades sociales, las cifras de contagiados vuelven a aumentar.  

Otra de las consideraciones a tener en cuenta es que a más personas infectadas, mayor probabilidad de mutación del virus, lo que puede derivar en un nuevo aumento del riesgo de transmisión, una menor eficacia de las vacunas y que la pandemia se alargue más en el tiempo antes de ser controlada.

Algo que preocupa muy seriamente a responsables sanitarios a nivel mundial es que, además de otros obstáculos, existe un gran punto negro a la hora de conseguir la inmunidad colectiva: la existencia de poblaciones no vacunadas en el mundo.

Esta falta de vacunación de muchas personas en el planeta pone sobre la mesa la posible necesidad de programas de vacunación de refuerzo regulares en el tiempo para el grupo de sí vacunados. Lo anterior pone en evidencia que la inmunidad de rebaño global no va a ser fácil de conseguir en todo el mundo.

Definitivamente, cuantas más personas se vacunen, menos oportunidades tendrá el virus de propagarse en la población, y más cerca estaremos de la inmunidad de rebaño.

El contrapunto a que la inmunidad de grupo es un hecho real, nos llega desde esta publicación de la revista Nature en la que se argumentan estas 5 razones para afirmar que seguramente la inmunidad colectiva es imposible de alcanzar

1. No está claro si las vacunas previenen la transmisión.

2. El despliegue de las vacunas es desigual.

3. Las nuevas variantes cambian la ecuación de la inmunidad colectiva.

4. La inmunidad podría no ser eterna. 

5. Las vacunas podrían cambiar el comportamiento humano - esto llevaría a la gente a socializar más y a relajar las medidas de protección, lo que probablemente aumentaría los casos de transmisión e infección del virus.

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